viernes, 31 de mayo de 2013

Colega, ¿dónde está mi dragón?


Tras largos años de oscuridad, incertidumbre y tristeza, el condado de Benavente se vestía de gala para celebrar el nacimiento del pequeño caballero David, hijo de los Condes de Pimentel, señores de la villa. El pueblo festejaba con gran alborozo este evento, ya que los condes eran señores muy ancianos, y llevaban esperando un heredero para el condado desde hacía muchos años. El niño David sería un apuesto caballero, de gran porte y nobleza, con cabellos rizados del color del bronce, y cuya bravura y valentía cruzaría los confines del condado.


La suerte también quiso que a los pocos años de nacer el caballero David, en las penumbras de la noche un búho dejara  en su castillo un canasto con un bebé que traía una luna oscura tatuada en el hombro. Los condes adoptaron al niño como su segundo hijo, que se crió como el hermano de sangre del caballero David, sin distinciones entre ellos. Los condes, sin embargo, sabían que el símbolo que traía tatuado Dennis, como así llamaron a su segundo hijo, significaba que el bebé era un niño brujo, y que traería la magia a la familia y al condado.
Pasaban los años, y los niños crecían sanos y fuertes, rodeados por la gente y otros niños de la villa. David era entrenado en las artes de la guerra, mientras su hermano Dennis estudiaba magia blanca. Los dos hermanos eran amigos inseparables, aprendiendo siempre uno del otro, y ayudándose en todo lo que cada uno pudiese necesitar.

Corrían los últimos días de Junio, y el condado de Benavente celebraba el fin del colegio de los niños. La noche de San Juan los condes organizaron un gran festival, donde todos comían y bebían felices, la gente tocaba música folklórica por la calle, mientras los niños hacían demostraciones de sus habilidades impresionando a las niñas, que bailaban dulces danzas, deleitando a los padres y a los futuros caballeros. Llegó la medianoche, hora en que se encendían las hogueras de San Juan. David y Dennis corrieron al lado de sus padres, para disfrutar desde lo alto del castillo del espectáculo del fuego.

-       Hijos míos – dijo la condesa – Os vais haciendo mayores y cada uno vais a recibir un regalo que os acompañará el resto de la vida ahí donde vayáis.

-       ¿Qué es, mamá? – preguntó David nervioso, queriendo ya recibir el suyo.

-       Tú, David, cuidarás de Phyros, un dragón de fuego. Él te acompañará en tus batallas y conquistas, a cambio de que tú lo cuides y lo quieras. Y tú, Dennis, cuidarás de Hydros, un dragón de agua, que te ayudará con su bondad en las grandes decisiones de tu vida. Cuidadlos con vuestra bravura y vuestra magia.

Y junto con un beso, cada uno recibió un huevo que abrazaron, de los que nacerían sus dragones aquella misma noche. Se encendieron grandes hogueras, donde los aldeanos purificaban sus males, y donde quemaban sus deseos en el fuego para que éstos se cumplieran durante las noches de verano. David y Dennis admiraron la fuerza y el calor del fuego, que devoraba la madera y todo lo que los aldeanos le ofrecían a la hoguera. El pequeño caballero David sintió la emoción y el ardor del fuego en su corazoncito, y notó cómo el huevo se quebraba en sus brazos, mientras Phyros nacía bajo su atenta mirada. Loco de contento, salió del castillo con su dragón, recorriendo las hogueras, dando fuerza a su nuevo amigo con cada fuego que visitaban.
 
Al final de la fiesta, la gente fue apagando las hogueras con grandes cubos de agua. Dennis, el hermano de David, notó entonces cómo su dragón quería salir ya de su huevo, y comenzar su vida con él. El agua iba apagando los fuegos… el humo denso iba embargando el ambiente, y cuando el último cubo de agua apagó la última hoguera de San Juan, Hydros nació en los brazos de Dennis. Al igual que David salió corriendo con su dragón, recorriendo las hogueras ya apagadas, donde la gente aún bailaba y reía, y le ofrecían agua a su dragón, que le daba energía y vigor.

Apenas quedaba una semana para el cumpleaños de David, y los niños lo sabían. David estaba ansioso. Pronto cumpliría 5 años. Ya iba a ser todo un hombrecito!! Todo un caballero preparado para luchar y defender su condado. Su padre, el conde, pronto impondría sobre él la espada que le daría toda la autoridad sobre sus dominios. Pronto, muy pronto, él sería el XXV Conde de Pimentel, de su condado de Benavente, algo que anhelaba sobre todas las cosas. El caballero David, con su dragón Phyros, fue mostrando aquella noche hasta largas horas su valentía y su fuerza a los aldeanos, que veneraban al que sería en breve su nuevo y benévolo conde, también querido y respetado por su bondad, y por la sabia justicia que impartía a tan tierna edad. Dennis le seguía a todas partes, haciendo pequeños trucos de magia. Mientras David exhaltaba a todos con sus azañas, Dennis divertía a todos con su magia, y aquello que Phyros incendiaba, Hydros lo apagaba. El equilibrio entre ambos hermanos era total.
Finalizaba la noche de San Juan. La gente se recogió en sus casas, y los condes al castillo. David llevó a su dragón de fuego con él, y juntos se fueron a dormir.

Dennis tardó algo más. Le gustaba admirar la luna llena al calor de las noches de verano. Sentado en la ribera del río miraba cómo algunas nubes cubrían la luna, mientras acariciaba su dragón de agua, que se había dormido sobre él.
De pronto, mientras miraba embobado la luna llena, vio la figura de unas brujas con sus escobas que atravesaban el cielo por delante de la luna. Sus risas estridentes empezaron a retumbar en sus oídos, mientras descendían hacia el río, donde él estaba. Estaba lejos del castillo, se había alejado demasiado, tenía que esconderse rápidamente para que no lo descubrieran. Las brujas descendían velozmente, y cuando aterrizaron Dennis pudo ver sus vestidos negros, sus escobas voladoras, y las verrugas de sus narices viejas y afiladas, atemorizado desde su escondite bajo unos matorrales. Entre risas y gritos encendieron una hoguera, alrededor de la que bailaron, rieron con gran algarabía y alboroto, y bebieron vino tinto y ron durante largas horas en lo que quedaba de noche. Dennis tenía miedo a que las brujas invadieran el condado de su padre, el futuro condado de su hermano David. Decidió entonces enviar a su dragón Hydros al castillo, para que avisara a su valiente hermano para combatir contra las brujas invasoras. Hydros voló en silencio…, y aprovechando la embriaguez de las brujas lanzó un gran chorro de agua sobre la hoguera apagándola… dejando la ribera a oscuras. Hydros se alejó silencioso, mientras Dennis se acurrucaba en su escondite, y las brujas se enfadaron porque el fuego se había apagado.

-       ¿Quién ha apagado la hoguera? – dijo la bruJa Balina, la más gorda y fea de todas.

-       Encendamos otraaa!!! Jijijijijiji – dijo la bruJa Rona, la más borracha!
-       Ah! Pero había hoguera? – dijo la bruJa Bonosa, la bruja más vieja y cegata!

El resto de brujas rieron estrepitosamente a carcajadas, y entre conjuros y sortilegios satánicos encendieron otra hoguera aún más brillante que la anterior. Entre fuegos de colores, gritos, risas, estruendos, conjuros y aquelarres, magia negra y gatos pardos Dennis cayó irremediablemente dormido, acurrucado bajo el matorral, arropado tan solo por los oscuros designios de la noche de las brujas.

Hydros despertó a su hermano Phyros y a David. El pequeño caballero, al conocer las intenciones de las brujas de invadir el condado entró en cólera, y decidió ir a luchar contra ellas y echarlas de sus tierras. ¡Nadie invadiría su condado sin luchar! ¡Nadie le arrebataría los dominios de su padre! ¡Nadie doblegaría su valor y gallardía! El pequeño caballero David y los dos dragones, aún en mitad de la noche, pusieron rumbo a la ribera donde las brujas celebraban su aquelarre, y donde Dennis les esperaba, conteniendo la magia negra de las brujas con su magia blanca, pero cuando quisieron llegar al lugar sólo encontraron los restos de dos hogueras humeantes, botellas de cristal rotas, una escoba partida, y sin rastro de su hermano Dennis.
Amanecía, y el pequeño caballero David lloraba desconsolado. Las brujas habían raptado a Dennis, y no sabía dónde se lo habían llevado. ¿Cómo le iba a decir a sus padres, los Condes de Pimentel, que su hijo pequeño había sido secuestrado por las brujas?

Pero el pequeño David no se dejó llevar por la desesperación. Recordaba las lecciones de magia de su hermano, y sabía que las escobas voladoras de las brujas siempre vuelven al lugar donde fueron hechizadas por primera vez, ahí donde vive su dueña, su ama. Reparó la escoba y montando sobre ella vestido con su espada y su armadura, voló flanqueado por los dos dragones durante 5 días con sus 5 noches hasta donde la escoba voladora les tuviera que llevar, cruzando los confines del condado, atravesando llanuras y montañas, con frío, sol, y nieve, bajo los incondicionales rayos del sol del inicio de verano.
El último atardecer David y los dragones llegaron al interior de un oscuro bosque, donde se escondía una pequeña casa de piedra caliza del Jurásico Superior, de la edad de la bruja aproximadamente.  David se dispuso a atacar inmediatamente y cortarle la cabeza a cuantas brujas se encontrara a su paso con su brillante espada de plata para poder rescatar a su hermano. Sigiloso, abrió la puerta de la casa, pero no vio a nadie. No había ninguna bruja cocinando a su querido hermano. Al fondo, vio una pequeña cuna. Se acercó y ahí encontró a Dennis dormido, tapado con una manta de pura lana virgen. Se alegró tanto de encontrarlo vivo que comenzó a dar saltos de alegría con él en brazos, aún sin despertarlo. Los dragones lamieron las mejillas del niño, que despertó con tanto alboroto.

-       ¡Dennis! Te quiero mucho, hermanito – dijo David llorando – Pensaba que no te encontraría vivo

-       La bruJa Bonada me trajo aquí – respondió Dennis – Colega, ¿dónde está mi dragón?

-       ¡Pagará por ello! – dijo David encolerizado, rompiendo la escoba voladora en mil pedazos, y lanzándola al fuego de la chimenea – ¡Phyros, incendia la casa! ¡Que no quede una piedra en pie¡ Tranquilo. Tu dragón está aquí. Hydros y Pyros nos llevarán a casa.

David salió de la casa con su hermano en brazos, mientras la casa de la bruja comenzaba a arder en llamas. David y Dennis subieron a lomos de Hydros, volando camino a casa, ya en noche cerrada.

-       Por qué quemas la casa de la bruja, David? – preguntó Dennis llorando

-       Ella te raptó – respondió David indignado – Quería comerte, porque eres muy tierno.

-       ¡No, David! ¡Estás equivocado¡ La bruja está ciega. Después de su aquelarre ella recogía hierbabuena, y yo dormía sobre ella. Caí en su zurrón por accidente y llegamos aquí. Desde entonces me ha cuidado y me ha enseñado su magia y yo a ella la mía. No podemos quemar su casa. ¡¡Ella es buena!! ¡¡Ella es mi amiga!!

David comprendió entonces que había juzgado a la bruja antes de tiempo, sin saber lo que había sucedido realmente. Esa noche el pequeño caballero David había aprendido una valiosa lección: No se debe juzgar a quien no conoces por algo que no sabes cómo ha sucedido en realidad.

Hydros dio media vuelta y lanzó tanto agua sobre la casa que el fuego de Phyros quedó extinguido en un santiamén. Incluso se regaron las plantas de alrededor de la casa, que con un puntito de magia de Dennis volvieron a florecer en un hermoso jardín.

-       Es medianoche. Misión cumplida, hermanito – dijo David con alegría.

-       Es medianoche del 1 de Julio. David, muchas felicidades. Hoy cumples 5 años

-       Sí, y no hay mejor regalo que tenerte siempre a mi lado! ¡Volvamos a casa!

Montados cada uno sobre su dragón emprendieron el viaje de retorno al condado. Mientras ascendían en el aire, vieron a la BruJa Bonada, que salía de la casa con un gran cesto de brillantes manzanas rojas.

-       Adiós, BruJa Bonada, Adiós!! – gritaron los niños!!

-      Adiós niños!! Vuelvan pronto a visitarme!!! – respondió con voz anciana y temblorosa.

Y mientras el pequeño caballero David, y el pequeño mago Dennis regresaban a su castillo con los condes, la bruja atravesaría el bosque con su cesto de manzanas rojas estrellándose de bruces en numerosas ocasiones con el tronco de varios árboles, ya que la bruja era ciega, y para colmo era medianoche. No importaba el dolor. La bruJa estaba decidida a encontrar a Blancanieves y ofrecerle su manzana más jugosa, pero ese ya es otro cuento.