sábado, 11 de junio de 2011

Miradas...

Me duele la cabeza. Estoy sentado intentando recordar algo, ¿pero el qué? Ni siquiera yo lo sé.

Me atormenta, y lo sabe muy bien, pero todos los días es lo mismo. No me deja en paz desde hace mucho tiempo.

Intento apartarlo, pero cada día, cada momento, está ahí, como un fantasma que no se aleja nunca de mi mente. Quizás esté loco. Yo.

Soy tres personas en una, se han adueñado de mi cuerpo, pero no de mi alma. Sin embargo mi mente comienza a hacerles caso. Presiento que dentro de poco dejaré de ser yo mismo para convertirme en un extraño, ese tipo de personas que no se conocen, que se preguntan a cada paso ¿por qué?. Y yo, aquí sentado, me pregunto ¿por qué?

Es de día. El sol luce tras las ventanas. Es verano. (De lógica). No tengo ganas de seguir pensando, pero esas dos personas ajenas a mí me dominan, y ellas piensan por mí. Quisiera matarlas, pero ¿qué haría yo sin ellas? Dejaría de pensar.

Una música suena de fondo, pero sus gritos no me dejan distinguir si es bakalao, si es dream, o si acaso es música clásica.
Mónica Naranjo sí que no es.
¡Callaos malditas! ¡No me dejáis escuchar!

¿Acaso has pensado que era Dios? ¡Pues no!
Sí, yo soy tres personas, pero no soy la Santísima Trinidad.
Tampoco quiero serlo.

Tengo algo de rabia escondida, pero no os voy a decir dónde la tengo. Al menos eso sí que es mío y no voy a dejar que me la robéis.

Ellas, ellos, todos dicen que me pierdo, pero eso es imposible. No puedo hacerlo entre toda esa cantidad de gente.
Lo peor no es el tumulto o las erratas de los libros de texto, que son los objetos más ignorantes que existen. Tienen todo el saber en ellos y no se abren para leerse entre ellos. Lo peor de toda multitud que me rodea son sus miradas...

Voy por la calle Mayor de Triana y noto cómo todos esos se fijan en mí. Sus ojos se me clavan en la piel y me corroen el alma.
¿Por qué sin embargo a ellas dos no les hacen nada?
¿Por qué a ellas no las ven y a mí sí?
No.
Estoy equivocado.
Lo que ellos ven no es a mí, es a nuestro cuerpo.
Y digo nuestro porque ya es tan mío como suyo.
Quizá ya sea más de ellas.
¡No! ¡Me niego! Es mi cuerpo, no el vuestro.
Me han vuelto a ganar. Ellas son dos.
Sin embargo ellos sólo ven el cuerpo. No nos ven a ninguno de los tres.
Mejor así.
No. En realidad es peor, porque ellos me miran, y sus miradas no adivinan, sólo violan mi intimidad, y la de ellas dos.
Pero a esas personas que nos miran también las miramos nosotros.
¡Qué miedo me da adivinar aquello que están pensando sobre mí!
¡Qué miedo me da que adivinen lo que nosotros pensamos de ellos!

Una nube pasa por delante del Sol. Se ha hecho de noche. Creo que hace frío. ¡No es invierno! (ilógico, ¿verdad?)

Voy caminando observando cada detalle de esta calle. No es bonita, tampoco larga o ancha. A pesar de ello la gente me mira igual aquí que en la calle Mayor de Triana.

¡Qué raro es el mundo! Mientras yo soy tres personas hay otra gente que dice que no tienen personalidad. ¡Serán bobos...! Les doy yo una de mis personas.
¡No! Tampoco es una buena idea. Si por error me doy a mí mismo les dejaría a ellas adueñarse de mi cuerpo completamente.
¡Qué tonterías digo! Si ya casi se han apoderado de mí. Ya no debería preocuparme de mi cuerpo.

Hoy sigo caminando. La gente oculta sus ojos en el suelo.
Pero no todos.
A lo lejos, al final de esta cuesta que estoy subiendo, (si fuera un cangrejo la estaría bajando), se acercan dos personas, una por cada acera.
Por la derecha se acerca un hombre joven, mirando al suelo.
Por la izquierda, por la misma acera que yo se acerca una chica muy guapa. Para ella es la acera derecha por la que ella va. Realmente es contradictorio que dos personas vayan por la misma acera y para uno sea derecha y para otro izquierda. Seguro que la culpa es del gobierno. Desvía la mirada para todos los lados menos hacia mí. Yo he hecho lo mismo. Creo que la conozco.
El hombre sigue bajando. Anda más pavoneado, más chulo. No sé si quiere hacerse el duro delante de mí. Por si acaso yo voy a hacer lo mismo que él. A lo mejor es la moda.
Ya estoy muy cerca de ella. Hemos bajado la mirada. Se acerca y me ha mirado fugazmente. Lo sé porque yo he hecho lo mismo. Me vuelve a mirar. Pasa por mi lado y me mira de reojo, tímida. En su cara he visto dibujada una sonrisa.
¿Y el otro? Se ha ido por la otra acera sin darme cuenta ¡Podías saludar, ¿no?! – le he gritado.
Se han dado la vuelta los dos. Él me mira con cara de asesino, y pronto vuelve la cara. Pero ella se ha parado e intenta identificarme. Cree que se lo he dicho a ella.
¡Qué lista es! Es a ella a quien realmente quería saludar. Me mira con ojos interrogantes. Me está explorando.
Me doy la vuelta y todo se ha acabado. Esos dos nunca existieron.

Sigo bajando la cuesta. (Si fuera persona la subiría)
No sé lo que soy. Ya te dije que no era Dios.

Estoy llegando a la Plaza Mayor.
Sois estúpidas. ¿Por qué no me dejáis pensar tranquilo? Sois dos plastas. ¡Estáis locas!
Mucha gente pasea por ella. Se divierten dando vueltas a la Plaza. Ahí hay una señora que parece haber estado toda la mañana por allí rodando. Creo que cree que es un huevo lleno de potencial femenino.

Un niño me mira.
¡No!
Es un profesor el que me mira.
¡No!
Era una escuela. Y el profesor le preguntó al niño ¿Quién mató a Abel?
Y el niño le respondió Eso quisiera yo... sabel.
Total, que el maestro fue a hablar con el director, yo que no sé imitarlo..., y le dijo: ¡Ahí hay un niño que dice que no es el hijo de Moisés!
Y el director le respondió: ¡A mí me lo vas a decir, si yo soy Nefertiti!

Estoy en mitad de la Plaza. Mis piernas me han llevado hasta allí.
¿Por qué todos me miran sin mirarme?
¡Dejad de mirarme! Mis otras dos personas me están haciendo bailar.

¡Y esa gorda me echa veinte duros...! ¡Pero no me mira! La moneda sí que me mira. ¡Es el rey!
¡Mentira!
Es el escudo de la bandera española el que me desprecia desde el suelo.

No os entiendo. Me hacéis bailar mientras vosotras os rayáis la cabeza de mala manera.

Y ese niño no deja de mirarme. Sus ojos son profundos, azules como el cielo que hoy no luce. Me mira extrañado. No comprende que lo que hago yo no lo hago. De mayor quiere ser como yo.
Nadie me comprende.
Todos son niños ignorantes que miran extrañados y gordas que echan veinte duros por compasión.
¡Más les valdría tirarlo a una fuente y pedir un deseo!

Ahora me doy cuenta. Soy un egoísta.
Recuerdo que una vez fui pobre.

¡Tengo ganas de saludar a alguien! ¿Por qué? Porque sí, y basta ya de impertinencias.
¿Queréis dejar de moverme? Yo no soy ninguna marioneta, soy algo, ¿pero el qué?
¡No soy tan sólo un paranoico!

¡Esa familia me gusta! Se nota que son una familia feliz. Son una madre y su hijo. El padre andará en los bares, ¡seguro!
- ¡Mamá, zumo!
(Le da un guantazo)
- ¡Pues toma, por zumar!
- ¡Mamá, pis!
- ¡Calla cabrón, que ya te has bebido tres orinales!
- ¡Mamá, pan!
Y la mató.

Y yo pensaba que era el único extraño en este lugar.
¡Qué extraño!

¡Locura! ¡Locura! ¡Locura!
¡El camión de la basura!
¡Locura!

Mi vida es un asco.
¡Nuestra vida es un asco!
Me ha caído una gota. Está lloviendo. ¿Es Otoño?
¡No! Es que me ha defecado una paloma.

Tengo una muñeca vestida de azul...
Esa niña me la roba y le quita el tul...

Quiero salir de mi cuerpo. Estas personalidades me hacen decir demasiadas locuras juntas, y yo no estoy loco, tan sólo paranoico. Algo más, tal vez.
Quizás después sea feliz.
Quizás soy feliz ahora.

¿Cómo puedo estar cerca de los que están lejos sin dejar de estar cerca de los que están cerca?
¡Es la pregunta de Coco!

Ya estoy decidido. Las echaré a ellas. Si mi ser no es enteramente mío, entonces no será de nadie.
Allí hay un policía. Le voy a decir lo que pienso.
No entiendo muy bien la vida, ¿pero no debería ser yo el que manejase a mis piernas y a mis brazos? Entonces, ¿por qué yo no las controlo? ¡Son ellas las que me dominan!
Ahora entiendo.
¿Por qué le he hurtado a ese poli su arma? Me mira asustado, pero más miedo tengo yo...
Alguien grita. ¡Todos gritan! Tengo miedo, y ellos me apuntan con sus miradas.
¡No me miréis más!
El arma está entre mis manos. Es negra. Mis manos están dominadas, no por mí.
¿Habrán conseguido saber mis...? ¡Manos, ¿por qué me apuntáis con ella a la cara?!
¡¡Malditas ¡¡¡NOOOO!!!

(Se oye un disparo)

Me duele la cabeza.
Ellas me han vencido.

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